Existen muchos tipos de emprendedores, pero hoy vamos a fijarnos en el perfil de los emprendedores que nos podemos encontrar dirigiendo una staurt up, y es que hasta los pelotas, los trepas, los holgazanes y hasta los quejicas que habitan la oficina pueden ser emprendedores, y como no podía ser de otra manera su carácter también condiciona su start up.
Al final nos encontramos a todos ellos en el ecosistema y los podemos clasificar en al menos los siguientes siete perfiles:
El jefe
Está acostumbrado a mandar porque ha ejercido de líder trabajando por cuenta ajena. La mayoría de las veces su networking le ha ayudado a conseguir fondos suficientes para no tener que preocuparse en exceso por el dinero en la fase inicial. Más que emprendedor se considera empresario y su perfil es similar al del gerente.
El iniciador
Para este profesional, ser emprendedor es un estilo de vida. Tiene ideas fantásticas y cuando ha montado una start up, ya tiene en mente otra iniciativa que llevar a cabo. Es experto en fomentar el espíritu empresarial, pero no tanto en hacer sostenible un negocio. Por eso, pasada la fase inicial se desvincula del mismo. Es el caso de Ángel Herrera, fundador de Bubok –autopublicación de libros–, quien confiesa: «Soy bueno iniciando nuevos negocios, pero no tanto consolidándolos. Por eso tras cinco años en Bubok, decidí ceder el testigo. Eso me dio espacio para centrarme en un nuevo proyecto, en el que me empeño con la misma pasión que en los anteriores». El ingenio de este emprendedor y conocer cuáles son sus debilidades es lo que le hace seguir adelante. Su creatividad y anticipación le sitúa muy cerca del tipo visionario.
El quejica
Tiene ideas brillantes e incluso dotes para montar una compañía, pero es el eterno quejica. Cuando decide enfrentarse a un nuevo proyecto, su forma de actuar lo aboca al fracaso incluso en los inicios. Pero aún así, nunca se da por vencido y su tesón le lleva a conseguir el éxito.
El contable
Vive obsesionado por controlar los flujos de caja. Mantener en equilibirio la balanza de ingresos y costes es una garantía de supervivencia empresarial. El problema surge si el emprendedor se excede en esta tarea: la innovación y la creatividad son también básicas para mantener en pie un negocio. Este tipo deja en segundo plano la iniciativa y la inspiración que todo equipo necesita para avanzar. No piensa tanto en el futuro de su empresa como en los resultados que le muestra su balance. Puede ser un buen emprendedor, pero si no consigue limar su obsesión perderá el espíritu que alimenta la puesta en marcha y consolidación de cualquier start up.
El ‘quiero y no puedo’
Sus ganas e iniciativa de poner en marcha nuevos proyectos no tiene discusión. Su espíritu emprendedor está siempre a punto de estallar. Sin embargo, necesita una buena idea, el dinero suficiente para ponerla en marcha, sobrevivir un par de años y tener la garantía de que los ingresos comenzarán a fluir. No tiene madera de empresario y si lo intenta lo más probable es que nunca supere la etapa de aspirante.
El global
No pretende ganar dinero con su empresa, sino hacer un mundo mejor. Su entusiasmo le lleva a procurar tener relevancia, por eso es tildado de mediático. Tiene un gran liderazgo capaz de arrastrar a un buen número de fans y conseguir un equipo fiel, pero tiene que gestionar bien su éxito de manera que también sirva para hacer crecer su empresa.
El work alcoholic
Su start up es su vida. Es un trabajador incansable, siempre pendiente de su proyecto. Aaron Levie, fundador de Box, es uno de ellos: trabaja seis días a la semana hasta la madrugada. Afirma que su «negocio le mantiene increíblemente estimulado y excitado». En 2012 su empresa facturó 70 millones de euros, un 160% más que el ejercicio anterior, y a pesar de eso mantiene un nivel de vida espartano, alejado de los lujos.
Fuente > Expansion