Amargarse la vida: Tener conciencia de la crisis es importante, otra cosa diferente es dejarse llevar por el miedo. Reaccionar con cautela y asumir que gastar menos no tiene porque significar vivir peor son algunos consejos para estos tiempos. De hecho, la crisis puede ser una buena ocasión para reconducir nuestro estilo de vida.
Descuidar el trabajo: Tanto si se es empleado por cuenta ajena como si trabaja por cuenta propia, es recomendable esmerarse en el trabajo tomando iniciativas, mejorando su formación y participando al máximo. Implíquese en los posibles nuevos proyectos.
Utilizar Internet sólo para mirar el correo: Hoy por hoy casi todo está en Internet. Todo un abanico de posibilidades a coste muy bajo. Conectados a la red podremos informarnos sobre la situación del banco o caja donde guardamos el dinero, leer el periódico gratuitamente, ver programas de TV y vídeos, oír música, contactar con quien quiera, colaborar en proyectos, desarrollar ideas, buscar trabajo, ofertas, inversiones. Pero Internet va más allá, ofrece algo inestimable para el consumidor: transparencia de mercado y posible eliminación de intermediarios. Así, para infinidad de gestiones, como comprar un billete de avión o realizar una reserva hotelera, podremos comparar precios y comprar la oferta más competitiva.
Comprar por impulso: Quizás sea más cómodo decidir sobre la marcha, pero también más caro. LLevar una lista por escrito de lo que queremos comprar -y no salirse de ella- puede evitar gastar un 30% más. En la lista no pueden faltar los productos de temporada y las marcas blancas.
Comprar en el primer sitio que encontremos: Es recomendable comparar precios y buscar el establecimiento más competitivo del barrio. Según estudios de la Organización de Consumidores y Usuarios, hay notables diferencias de precios entre establecimientos, hasta el punto de que la diferencia puede llegar a 2.296 euros al año en una cesta de la compra media.
Tirar a la papelera los extractos bancarios sin leerlos: Los extractos arrugados en la basura esconden una información muy valiosa: los gastos. Ya no se trata sólo de reducir gastos sino de optimizarlos. Acciones tan sencillas como utilizar la lavadora y el lavavajillas sólo cuando estén a plena carga, instalar un termostato en casa, revisar nuestras suscripciones o cuotas a ese gimnasio que nunca visitamos, utilizar el transporte público o cenar en casa con los amigos suponen un enorme ahorro con escaso impacto en nuestro estilo de vida.
Hablar con nuestro banco de año en año: Mantener la vigilancia sobre las comisiones que le cobra el banco por sus cuentas y tarjetas siempre es esencial, y más en plena crisis. Con toda seguridad, en la situación que se avecina, las entidades de crédito tratarán de incrementar sus cobros por esta vía. La realidad es que los bancos no aplican el mismo criterio a todos sus clientes. Por esta razón se aconseja revisar lo que está pagando por los seguros de vida, del hogar, o del coche. Deberá estar atento a los plazos de vencimiento y buscar los mejores precios.
‘Pasar’ del ahorro: Si se tiene alguna cantidad ahorrada, optar por plazos muy largos puede no ser una opción. CEF recomienda elegir aquellos productos en los que se ofrezca retirar su dinero de forma inmediata y sin coste, aunque obtenga de ellos una menor rentabilidad. El nivel de ahorro, en lo posible, debería hacer posible hacer frente a sus gastos fijos durante al menos 6 meses. Si aún sobra algo de dinero ahorrado, se puede amortizar las posibles deudas que pueda tener. Lo importante es no contraer créditos nuevos, salvo extrema necesidad, y menos, créditos al consumo o de dinero rápido.
Dejarse guiar por la «rumorología»: En tiempos de crisis, el rumor no es la antesala de la noticia. Por el contrario, puede ser la antesala de una decisión equivocada. No olvide que la economía es «un juego de suma cero»: lo que para unos puede ser conveniente no tiene por qué serlo para usted.
Realizar y contraer préstamos arriesgados: Invierta en productos de rentabilidad fija como bonos o letras. La Bolsa, en estos momentos, es una peligrosa montaña rusa en la que hasta los más expertos tienen dificultades para predecir cuál será la tendencia futura. Recurrir a a préstamos en otras monedas distintas al euro, atraídos por intereses mucho más bajos, implica un gran riesgo a medio y largo plazo.