En esta semana de intenso diálogo social, ha vuelto a saltar a la palestra este modelo. Desde el año 2002, en Austria -con poco más de 8 millones trescientos mil habitantes y una media de 4.50% de paro en 2011- se realiza un fondo -de capitalización- que nace de cada una de las empresas donde una persona se desarrolla profesionalmente. Si el trabajador cambia de empleo, no perderá lo acumulado en el fondo; si pierde el trabajo, sirve para su indemnización. Al final de su vida laboral, el dinero acumulado completa su pensión. ¿De dónde sale la aportación? Del salario bruto que paga el empresario con un 1.57%. Hasta que no pasen tres años, no se puede percibir de dicha hucha. ¿Qué problemas plantearía en España?
Ventajas
Si el trabajador cambia de trabajo su cuenta permanece, por lo que al cambiar de empleo el trabajador no está renunciando a la potencial indemnización por despido que percibiría en caso de permanecer en su empleo y ser eventualmente despedido en algún momento del futuro. Se favorece por tanto la movilidad de los trabajadores y se incrementa el ahorro.
Problemas
El más evidente es quién soporta la carga: ¿la cotización social de las empresas o el salario mermado -en comparación con muchos países de la Unión Europa- de los trabajadores? ¿Un modelo mixto entre empresario y asalariado o debe asumir dicha «indemnización transportable» el Estado? Por otro lado, habría que definir con exactitud cuánto tiempo se podría cobrar dicho fondo, cómo se distribuiría y qué sucede cuándo este se hayan acabado y el trabajador siga sin encontrar un empleo. Habría que cambiar completamente la concepción actual española de prestación por desempleo para ir por ejemplo, hacia un modelo mixto con prestación básica y completar con dicho fondo.
En Austria, todo es tan diferente que la prestación por desempleo es -al contrario que en España- una prestación indefinida, estando condicionada a que el trabajador no encuentre empleo. Sin duda, es un tema a analizar con sumo cuidado antes de dar el paso.
Foto | Denaflows